Casos que conmovieron al rugby



Las muertes y las lesiones graves en el rugby suceden desde siempre. Quizá hoy, con el adelanto de las comunicaciones y de la globalización, se tenga un mayor acceso y rapidez para conocer casos alrededor del planeta. Los que componen el mundo del rugby, sostienen que son sólo accidentes, que durante un partido hay muchos golpes duros y lesiones, pero no igual cantidad de muertes. Sin embargo, se pueden encontrar varios sucesos.
         
           El caso más reciente de muerte de un jugador de rugby sucedió el siete de mayo de este año  en África  donde Abedeen Shikhoyi, capitana de la selección de Kenya, perdió la vida como consecuencia de las heridas en la columna vertebral que le causó una contrincante. Se habla desde un rodillazo en la espalda hasta un pisotón en el cuello, pero no se sabe con exactitud. La jugadora de 27 años murió luego de ser trasladada a su país para atenderla.

Un poco más atrás en el tiempo, el 14 de marzo, murió una niña de 12 años, luego de recibir un golpe fuerte en el pecho mientras practicaba rugby en una escuela en Inglaterra. Según informan las fuentes, la niña recibió el pase de un compañero, y la pelota le pegó tan fuerte que le produjo un ataque, causándole un paro cardiorrespiratorio.

Durante el 2011, en julio, falleció en Australia Halley Appleby, de 21 años como consecuencia de un tackle durante un partido. El joven, que estuvo internado durante 48 horas, sufrió graves lesiones en la médula espinal y en el cerebro y la familia decidió desconectar la máquina que lo mantenían con vida dado que la situación era irreversible.

En abril, el hooker titular del Carlos Paz Rugby Club, Diego Serral, sufrió una descompensación al final de un partido y falleció, de muerte súbita en la ambulancia, antes de llegar al sanatorio. El jugador había participado 60 minutos en el encuentro y no había recibido ningún golpe. Una vez afuera del campo se sometió a controles de presión que no revelaron irregularidades. Aproximadamente una hora después del partido, mientras se encontraba conversando con sus compañeros antes del tercer tiempo, volvió a sentirse mal y se desmayó. El trágico desenlace se dio en el camino al Sanatorio Privado Punilla para su atención.

El cuatro de junio de 2010, falleció Ricardo Federico Martina Rico, jugador del Jockey Club de Tucumán, a causa de un paro cardiorrespiratorio. El rugbier de 36 años sufrió una desafortunada jugada a la salida de un line y quedó tendido en el suelo.
          
            En Inglaterra, el 25 de marzo de 2009, el equipo  Wakefield Wildcats sufrió la muerte de un joven de 21 años, Leon Walker, quién cayó desplomado luego de un tackle sobre su rival. La causa fue muerte súbita e inmediatamente se levantaron sospechas por la exigencia a la que estaban expuestos los jugadores ya que en octubre de 2010, Adam Watene, de 31 años, murió de un paro cardíaco en un entrenamiento de pesas. Esto demuestra que las muertes no solo se producen durante los partidos y por causa de un golpe.
         
En noviembre de 2008, Juan Cruz Migliore, wing de CUBA perdió la vida a los 20 años en una partido de rugby. Luego de un ruck, Migliore, que estaba dentro de la formación, sacó la pelota y tres jugadores del conjunto rival se le cayeron encima. Fue sacado del campo de juego aún con vida, pero sin responder a ningún estímulo. Falleció en el trayecto al Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela. La autopsia reveló que el joven sufrió un proceso de asfixia y sofocación.

Por último, también en noviembre del mismo año, falleció Álvaro Costa. El joven de 18 años, jugaba en el SIC. Los estudios realizados, indicaron que sufría una cardiopatía severa, incompatible con la práctica del deporte y descartaron que los golpes sufridos durante los 20 minutos que jugó hayan incidido en su muerte. La URBA se mostró sorprendida por los resultados de la autopsia, ya que si el jugador tenía esa patología no hubiese podido practicar el deporte durante tanto tiempo. Además, significaría que fallaron los controles anuales exhaustivos que se realizan a todos los jugadores.

Todos estos casos reabren la polémica en torno al rugby como deporte de riesgo.

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